En albergue has de dormir para el Camino vivir

En albergue has de dormir para el Camino vivir

Existen tantas variedades de peregrino como personas andan por el Camino. Si bien es cierto que varias coincidencias entre ellos todos existen. La más importante es el aprecio por la soledad que otorga el andar. El camino solitario, reflexivo, que ayuda a despejar las ideas, a aclarar los pensamientos, a conocerse a uno mismo y a comprender un poco más nuestro papel en este inmenso universo. Solos andamos en un Camino lleno de gente. Pero de esta soledad hablaremos en otro capítulo, puesto que tienen más cosas en común nuestros variopintos caminantes, muchas más de las que pensamos. Y entre las más importantes se repite la palabra albergue.

La mayoría aconsejan: Ligero has de ir. Lo imprescindible has de llevar. El Camino te enseña a identificar aquellas cosas que no has de cargar, por el peso que pueden suponerte al andar o en la vida, si apuramos la frase. Una pequeña bolsa de aseo, varios pares de calcetines (sin costuras), ropa interior y camisetas, entre dos y cinco según los días que vayas a dedicar a este ejercicio espiritual, el de caminar. Dos pantalones, una chaqueta o un jersey ligero, un sombrero y un chubasquero, ¡vital!, por cierto. El calzado nunca a estrenar, botas ligeras, tenis y hasta chanclas, proponen incluso. Entre los auxiliares, además de móvil y cargador, una navaja, una linterna, un pequeño botiquín y un bastón (o dos). Entre las recomendaciones más destacadas, señalamos la de untar con vaselina los pies (cada dedo), para evitar ampollas, y un poquito de alcohol de romero para descansar las piernas. Salir cuando despunta el alba, parar cada dos horas (aproximadamente o antes). Llevar un envase para coger agua e hidratarse continuamente. Desayunar bien, guardar en los bolsillos una barra de chocolate, una fruta, nueces o un tomate para ir reponiendo fuerzas en nuestro peregrinaje. Comer ligero (o no) y disfrutar de la cena con los amigos nuevos encontrados en el viaje.

Peregrino saliendo de Palas de Rei

Peregrino saliendo de Palas de Rei

Observar los atardeceres, oír el canto de los pájaros, el murmullo de los ríos y el aletear de las mariposas. Gozar, en todo el esplendor de la palabra, de la gastronomía de Galicia, de su paisaje y cultura, del arte y la historia… Pero sobre todo de la gente, de los gallegos también, claro está. Y sobre todo: ¡En albergue has de dormir, para el Camino vivir! Resulta curiosa esta observación, no la proponemos nosotros, lo dicen y coinciden desde un jubilado de banca a una técnica en informática, pasando por un guía turístico, una periodista, una contable, un comercial, etc. Afirman que en los albergues, entre pinzas de ropa, sacos de dormir, cuchicheos, cantos y brindis está el espíritu del peregrino.

Levantarse todos a una, quedarse unos detrás y luego volverse a encontrar, compartir experiencias, anécdotas, consejos, rutas y hasta secretos. Dicen los caminantes que aprendes a comunicarte sin hablar, que viven una realidad completamente irreal: abres tu corazón a un extraño, comes en la misma mesa que unos completos desconocidos ¡que de pronto son tus hermanos!, hasta la respiración transmite un mensaje. Empatía, altruismo, generosidad, amabilidad y simpatía son palabras que resuenan en todas las voces, en todos los idiomas. Dicen que el ruido y el silencio en un albergue son una experiencia memorable, el respeto que se profesan los compañeros de habitación, la solidaridad que aquí se desarrolla, el ver como los demás están siempre dispuestos y atentos merece tanto la pena como andar.

Para escribir estas letras tradujimos cientos y cientos de fotografías y postales… Delante de un albergue, encima de las literas, al lado del comedor, dentro de la cocina, colgando la ropa, junto a la lavadora, intercambiando anotaciones y subrayados en una sala de estar, chismorreando en las habitaciones, desayunando o compartiendo un generoso plato de un manjar gallego… Entre todas las sonrisas, los bailes, las poses, los robados, los abrazos, los apretones de mano, las mochilas, las conversaciones, entre todas esas estampas observadas, nos congratulamos de constatar que no sobra el paisaje, no sobra la comida y que la humanidad está en cada paso durante el Camino y también en cada instante que pasa un peregrino en un albergue.

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