El otoño es una estación un tanto hostil en Galicia, pero no por ello deja de tener su encanto. ¿Por qué atravesar montes y prados empapados? ¿Por qué observar, con detenimiento, numerosas setas a las que da paso la lluvia en troncos y raíces? ¿Por qué mojarnos hasta el tuétano, mientras gastamos el alma y se entumece, a través de nuestros pies húmedos?…
Pues porque hacer el Camino de Santiago es una aventura que no nos dejará indiferentes en ninguna época del año, en ninguna de sus etapas. Cada pueblo tiene una historia, cada vereda, cada senda… Y en cada estación veremos una Galicia distinta. Cada paso es una huella. Y aunque el agua de la lluvia otoñal arrase nuestro rastro al andar y, cansados, resbalemos una y otra vez con los erizos, cuna de castañas, nos maravillaremos con oscuros amaneceres que se iluminan con un melancólico naranja. Contemplaremos el espeso humo gris salir por las chimeneas y oleremos el vapor del caldo recién hervido, que emanará por debajo de las puertas. El olor de las castañas asadas, del cocido y de los callos, de la carne de caza, el cordero… Platos tradicionales, recetas heredadas de nuestros ancestros y que con cuidado elaboramos también en el Albergue Castro. Con los fogones apunto, esperamos para recibir, en otoño, con un hospitalario abrazo, a nuestros convidados.
Pero antes e incluso al llegar a Palas de Rei, seremos atraídos mágica y misteriosamente por la sangre de la matanza del cerdo, por las torrijas azucaradas que las veces hacen de postre, las veces de merienda. Podremos disfrutar de unas sopas de caballo cansado, acompañados de leyendas y conjuros. Veremos, a lo lejos, los bolos de silo vigilando las veras de nuestros pasos. Ya el maíz estará recogido y los hórreos llenos.
Empieza la engorda, la parsimonia al calor del fuego, la hipnosis ante ‘lareiras‘ y cocinas viejas. En octubre, noviembre y diciembre, nuestros zuecos y botas estarán llenos de lama. Pero la leña nos curará las penas. Sudaremos y nos tiznaremos los dedos antes de entregarnos suavemente a Morfeo, entre el peso de gordas mantas y la franela de las sábanas.
Los árboles sacudirán sus hojas a nuestro paso y nos bendecirán con su amarillo caducifolio sobre nuestra cocorota. Temeroso será nuestro andar, puesto que la tierra se removerá bajo nuestros pies y nos amedrentará el cantar de la corriente acelerada de unos ríos henchidos de agua, de sueños, de recuerdos, de experiencias de un año que, en breves, tras el otoño y con la llegada del invierno, alcanzará su fin…
El otoño en Galicia nos regala gastronomía y tradición, nos regala el calor de los paisanos. Nos regala jornadas eternas con un humeante café o con un chocolate con churros. Nos regala estampas entre el colorido de los paraguas y los chubasqueros. Nos regala sonrisas heladas y saludos con la mitad de los dedos al desnudo, en unos guantes sin punteras.
Ya las abuelas estarán a cubierto, tejiendo calcetines, gorros y bufandas de lana, para salir al exterior un poco más protegidos contra las punzadas del viento. Las mesas estarán llenas de cucharones y de ollas tan grandes como la pena que da ver a un alma errante mojada, tan grandes también como la satisfacción que luego produce deshacerse de la humedad de las ropas sobre la piel, colgar a secar el cansancio y la tristeza, esas lágrimas de un cielo negro que pesa sobre peregrinos y locales… para poder ya disfrutar de la Galicia profunda, de la verdadera, la que hiberna, la que soporta litros y litros de agua sobre sus hombros, sin dejar de saludar cada mañana con el brazo completamente alzado al cielo y un alarido, cual anuncio de la llegada de tropas en guerra.
Ni la más terrible de las lluvias ni cien días de aires huracanados ni esa terrorífica niebla que hace temblar hasta el pensamiento detendrá nuestro saludo, el del personal del Albergue Castro, ese saludo que tan bien hemos aprendido: ¡Buen Camino!
English
Autumn on The Way
Autumn is a hostile season in Galicia, but not for that it’s less charming. Why should we go through wet mounts and meadows? Why should we observe, on detail, little mushrooms growing after the rain over trunks and roots? Why should we get wet until our marrow, while we spend our souls and they numb through our damp feet?…
Because making The Way to Santiago is an adventure that will not leave us indifferent in any time of the year, in any of its stages. Each village has its own history, each path, every sidewalk… And each season shows us a different Galicia. Each one of our steps is a footprint. And although the autumn’s rain razes the trace we make as we walk and, tired, we slip again and again with the hedgehogs, cradle of the chestnuts, we will marvel with the dark dawns that light up with a melancholy orange color. We will behold the dense and gray smoke emerging from the chimneys and we will smell the vapor of the recently boiled broth that will emanate under the doors. The smell of roasted chestnuts, the pig’s stew and the smell of the calluses, the bush meat, the lamb… Traditional dishes, inherited recipes from our ancestors that we, carefully, elaborate at the Hostel Castro. At the autumn and with the stove on, we wait to receive our guests with a hospitable embrace.
But before and even when we arrive at Palas de Rei, we will be attracted, magically and mysteriously, by the blood of the slaughter of the pig, by the sugary ‘torrijas’ that sometimes are made as dessert, sometimes as tea. We will enjoy the tired horse’s soups, accompanied by legends and spells. We will see, over the distance, the packaged silo watching the edge of our steps. The corn will be gathered and the ‘hórreos’ will be full.
The fattening begins… Our parsimony while we stand near the fire, our hypnosis suede ‘lareiras’ and old kitchens. In October, November and December, our clogs and boots will be filled with mud. But the firewood will cure our pains. We will sweat and cover our fingers with soot, before we gently give in the hands of Morpheus, between the weight of fat blankets and the flannel of the sheets.
The trees will shake their leaves with our steps and bless us with their yellow deciduous over our crown. Fearful our walk will be, since the earth will stir under our feet and we will be daunted by the songs of an accelerated flow of those rivers filled with water, dreams, memories and experiences of a year that soon, after the autumn and with the arrival of winter, will reach its end…
Galicia’s autumn gifts us with gastronomy and tradition, it gives us the warmth of the countrymen. It gives us eternal days with a steaming coffee or with a chocolate with churros. It gifts us with prints between the colors of the umbrellas and the raincoats. It gives us frozen smiles and greetings with half the fingers naked because of the gloves without tips.
The grandmothers will already be at a covered place, weaving socks, hats and scarves of wool to go to the outside a little more protected against the pangs of the wind. The tables will be full of ladles and pots as big as the grief of watching a wet and roving soul, pots as big as the satisfaction produced by getting rid of the wetness of the clothes over the skin, to hang the fatigue and the sadness to dry them and those tears of a black sky that weighs over pilgrims and locals… All this just to be able to enjoy the deep, true Galicia, a Galicia that hibernate, the one that supports liters and liters of water on its shoulders, without ceasing to greet each morning with its arm fully raised to the sky and with a shout, like an announcement of the troops arriving to war.
Neither the most terrible rain nor a hundred days of hurricane airs nor either that terrifying fog that makes our thought tremble, will stop our greeting… That greeting of Hostel Castro’s staff, the one we have learned so well: Good Way!